domingo, 1 de julio de 2012


¡Viene el tren!

El anuncio del periódico señalaba que debido al “cráter” en la Ruta 1, el pasado sábado iba a funcionar el tren como alternativa de transporte para los visitantes a una feria en Belén, Heredia. No podía dejar pasar la oportunidad, a Matías le encantan los trenes y debido a que el servicio solo opera entre semana nunca había tenido la oportunidad  de llevarlo, la feria era lo de menos.

Entrar a la Estación al Pacífico, el punto de salida de este aventura, fue el inicio de un viaje en el tiempo. Los viajes al “Puerto” en tren era algo común en mi familia, junto con el abuelo Tutú, quién en algún momento de su vida había trabajado para la compañía de ferrocarriles y hacía gala de sus vivencias en esos viajes.

Mientras esperábamos la llegada de los vagones que nos trasladarían por la capital hasta un potrero herediano, Matías corrió por toda la estación, seguramente como lo hizo hace más de tres décadas su padre luego de haber soñado durante toda la noche por aquel viaje hacia la playa. Todavía quedan vestigios en mi mente de aquellos olores en la estación: maní, papas tostadas, helados y cuanta golosina deseaba cualquier niño. Luego en cada estación del camino, los vendedores ofreciendo sus productos por la ventana: frutas, gallos, bolis, gelatinas. Por dicha el viaje de este sábado solo tardó poco más de media hora, porque los recuerdos ya estaban haciendo mella en mi estomago ayuno de almuerzo.

No dejé de ver la carita de mi pequeño durante todo el viaje, su expectativa antes de subir al tren, su cara de asombro cuando pito chilló por primera vez y el vagón comenzó a rodar, su felicidad de saludar por la ventana a todos vehículos detenidos por el trayecto. Esos instantes son invaluables. En realidad en esos asientos viajan dos niños, uno de 2 y otro de 7 años.

Agradezco al señor Miguel Carabaguíaz, un hacedor de sueños, por devolvernos el Tren Urbano. Se lo agradece alguien que lleva el ferrocarril en su sangre, el niño que añoraba los paseos en tren a Puntarenas, el padre que vio a su hijo sonreír a bordo de vagón y el hombre que aún cree que este medio nos resolvería muchos problemas de transporte.

A Matías se le iluminó la mirada cuando el tren comenzó su recorrido. Dentro de mí, un niño se emocionó, dibujo un par de sonrisas y soltó una lágrima al emprender un nuevo recorrido en ferrocarril.